CAPÍTULO 7.
Louis se había
preocupado.
Harry se tumbó en
su cama, y por primera vez en once años su último pensamiento no fue su madre,
sino Louis. Por primera vez en once años lograba apartar el dolor de la
pérdida, para llenar ese hueco vacío de felicidad. Louis había
"añorado" su presencia. Louis había notado que faltaba. Louis había
notado que existía, y se había preocupado.
Por primera vez se
daba cuenta de que había cosas que no se podían esconder. Cosas como que te
importe alguien. Cosas como que tu corazón lata desbocado por alguien a quien
apenas conoces. Cosas como el amor.
Y es que Harry se
daba cuenta de que Louis no era solo el chico de ojos azules que capitaneaba el
equipo de fútbol de la Universidad. No. Louis era el chico de quien estaba
enamorado.
A pesar de que la
mañana no era soleada, Harry se sentía feliz. Tras darse una ducha de agua
caliente, tras una larga y apacible
noche de sueño, se vistió con unos pantalones de chándal azul oscuro y una
camiseta blanca ajustada de manga larga. Se puso unos deportes, y salió después
de secarse el pelo, y tomar un trago del café recién hecho.
Todo el equipo se
hallaba ya en el campo de juego. Incluso el capitán, el cual siempre solía
esperar hasta una media hora después. Harry ocupó un sitio en el banquillo y se
dedicó a observar el juego. Decidió no prestar atención a su pulso acelerado debido
a Louis, a su forma de moverse, de jugar con el balón...
El entrenador se
acercó, posando una mano sobre el hombro del chico.
—¿Estás mejor,
Harry?
Este se encogió de
hombros mirándole. Ese día hacia once años desde la muerte de su madre; algo
que solo el doctor Tomlinson, su familia y él sabían.
—Algo cansado. Pero
mejor. Sí.
El entrenador
asintió, pasando la mano por el pelo de Harry y alejándose para tocar el
silbato y atraer la atención de los jugadores.
Todos se acercaron
a él, menos Louis que fue directo al banquillo.
—¿Qué tal,
compañero?
Harry posó su
mirada en los ojos azules de Louis.
Este le dedicó una
sonrisa ladeada, y sin recibir respuesta, se fue hasta el grupo, a la vez que
daba un trago a su botella de agua.
—Bien, ahora que te
veo—susurró Harry cuando vio que nadie más podía escucharlo.
Todo se quedó en
silencio una vez que desaparecieron todos en los vestuarios. Ahora tenía el
campo solo para él.
El cielo se había
cubierto más, y nubes aún más oscuras teñían el cielo de Septiembre.
Tras las dos
primeras horas, fue a la cafetería, al lugar de siempre, donde todos sus
compañeros, y amigos, les esperaban. Anna estaba en la barra, y lo saludó de
lejos, sonriendo.
Harry ocupó asiento
junto a Niall, y esperó a que los demás llegasen para comenzar a comer.
Alguien le tapaba
los ojos a Louis.
—¿Quién soy?
Una chica de altura
media, ojos oscuros, de pelo corto, a la altura de los hombros, y negro,
sonreía, esperando a que el chico de ojos azules respondiese.
Harry sintió celos.
—La persona más
tonta del mundo...—Louis lo dijo suspirando, riendo más tarde cuando esta le
plantó un beso en la mejilla izquierda.
—Te he echado de
menos, hermanito. Veo que te has hecho amigos. Así me gusta. — La chica en
cuestión, su hermana, se llamaba Alice. Era unos años menor que él, y al
parecer, algo más simpática.
Alice se presentó a
todos, y luego se alejó remarcando la idea de tener una charla con nosotros
sobre la antipatía de su hermano. Este negaba mientras ella hablaba, aunque
lucía una sonrisa traviesa y divertida.
Una hora más tarde
se encontraba en la clase, sin saber que sería la peor hora de su vida.
Uno de sus
compañeros, Marcos, le había recriminado el mal uso de un ordenador. Niall
había salido en su defensa, al igual que Anna, aunque no sirvió de nada.
Harry no sabía cómo
hacer para intentar solucionar el problema. Él no había sido. Sin duda, ese
chico se lo había cargado, y quería echarle las culpas a otro.
—Está bien, he sido
yo—dijo cuando el chico había repetido por vigésima vez <<asume las
consecuencias de tus actos, maricón>>. Harry volvió a posar la vista en
la pantalla del ordenador que se encontraba utilizando, al menos antes de
escuchar el: <<Tu madre no se sentiría orgullosa de ti, Harold. Menos mal
que está muerta>>.
No sabía cómo podía
haber llegado aquello a sus oídos, pero eso era lo menos importante. En ese
mismo instante notaba como sus oídos habían empezado a pitar, y como todo lo
que hasta ahora había mantenido bajo una coraza, caía hecho trizas.
Harry sintió como
se le inundaban los ojos de lágrimas que logró reprimir hasta haber llegado al
campo de fútbol. Llovía, y dio gracias a eso, así no parecería tan patético.
Solos los balones fueron testigos de su frustración. Solo los balones pudieron
sentir su dolor.
En ese momento se
sentía débil, indefenso, vacío... Hacía once años que había perdido a la
persona que más había dado por él. La persona que había renunciado a su vida
por hacerle feliz. Hacía once años justos que había perdido a su madre, y ese
día no se permitía otra cosa que sentirse culpable de su muerte.
Harry dejó derramar
un mar de lágrimas, intentando expulsar el dolor. Tapó su cara con ambas manos.
Se sentó en el suelo, apoyando la cabeza entre las rodillas, y dejando parte de
su espalda apoyada en el banquillo. Dejó que la lluvia mojase su ropa y su
pelo.
Entonces sintió
como alguien le cubría. Como la lluvia había cesado de un instante para otro.
Alguien había parado, por un momento el frío intenso que acechaba su cuerpo.
Louis.
Estaba allí parado,
paraguas en mano, y ofreciéndole la otra para levantarse. Harry tenía los ojos
hinchados por las lágrimas, y se sintió patético.
—Lo siento...
Louis negó una vez
estuvo frente a él, de pie.
—No permitas que
nadie te haga llorar más, a no ser que sea de felicidad.
Había alzado su
mano para tocarle el pelo, apartándolo de su frente mojada.
Harry lo miró a los
ojos y vio sinceridad. Louis le había dicho aquello completamente seguro de lo
que había dicho, y no veía nada de ironía, ni sarcasmo, ni burla en sus
palabras.
—Te quiero...
CAPÍTULO 8.
Dos meses después.
Desde la estúpida
declaración de amor, nada había sido igual. Harry había sido tratado como un
completo marginado tanto dentro como fuera del campo de fútbol. Louis pasaba de
él, ni si quiera le miraba, y los demás imitaban la postura del capitán. Ahora solo
tenía a Niall y a Anna. Ambos se habían comportado como verdaderos amigos.
—Estate tranquilo.
Él no ha dicho nada. Estoy segura.—afirmaba su compañera y amiga.
Niall asentía ante
tal afirmación.
—Tiene miedo. Pero
déjale. No merece la pena.
Esas habían sido
las palabras de sus amigos antes de que Harry decidiese dejar de ir a la
Universidad por un tiempo.
A su vuelta, todo
era como al principio. Insultos e indiferencia. Aún así, era mejor que ser
obviado por la gente.
—Entrenador.
El equipo se giró al
escuchar la voz del chico de los rizos.
—¡Harry! Es una
alegría verte por aquí.
Él asintió serio.
—Venía para decirle
que me retiro del equipo. No deseo incomodar a los demás, y no me siento a
gusto compartiendo campo y equipación con ninguno de ellos.
Algunos lo
abuchearon, otros se rieron, y otros, como Louis, se quedaron callados
observando la escena.
—Además...dentro de
unas semanas me traslado a España por asuntos familiares.
Y a pesar de todos
los insultos, la indiferencia, y el "odio", el corazón de Louis dio
un vuelco, y por un instante se quedó vacío. Completamente vacío.
—Bueno, Harry... no
puedo convencerte de lo contrario aunque quisiera poder hacerlo... Espero
tengas un buen viaje.
Y una vez más, todo
el equipo volvió al campo de juego tras la despedida de Harry.
Recorrió el pasillo
hasta llegar a los vestuarios, lugar en el que entraría por última vez antes de
su marcha.
La sensación de que
alguien le observaba hizo que Harry se diese la vuelta. De repente se había
encontrado con los ojos azules de Louis, con el cual no se hablaba desde hacía
meses.
—¿Te vas a España?
Harry asintió
secamente, intentando escapar de la mirada de Louis. Liberando espacio, Harry
se fue a ir, pero el agarre de Louis en su camiseta lo detuvo.
—¿Te vas por mí?
Harry lo miró y
comenzó a reír sarcástico.
—No te creas tan
importante en mi vida. Ese día estaba mal, y deliraba. Aún tenía fiebre y hacía
justamente once años desde la muerte de mi madre. Debo decirte que no eres la
persona más indicada para venir a hablarme ya que fuiste tú el que decidió que
todos los demás dejasen de hacerlo.
Louis lo miraba
sorprendido, sin saber actuar.
—Tienes razón. Era
un día difícil... pero eso no quita que nos mintieses a todos... Eres...
—¿Gay? Puede ser.
Aunque es la primera vez que me pasa. Y resulta que ha tenido que ser la
persona más imbécil de este planeta.
—¿Yo?—Louis le
dedicó una sonrisa traviesa.
Harry sintió como
su cuerpo comenzaba a arder.
—No quiero hablar
más contigo, Louis. No somos amigos.
—No quiero ser tu
amigo.
—Bien.
Harry comenzó a
girarse de nuevo, deshaciéndose del agarre del chico de ojos azules.
—No te vayas... por
favor.
Y la petición sonó
como un susurro, y fue lo último que supo de Louis antes de irse a España.
Harry recorrió el
pasillo de embarque hasta el avión, intentando olvidar las últimas palabras de
Louis. No era una orden, no era una simple afirmación... Era una petición.
Louis le había pedido que se quedase después del daño que había conseguido
causarle en solo unos meses. No podía
olvidar así de rápido al chico que durante el mes de Septiembre y Octubre había
hecho que su corazón latiese desbocado, que su boca se secase, y que el día más
gris hubiese sido el más claro de todos simplemente por el hecho de tenerle
cerca... No podía olvidar tan fácil al chico del que estaba enamorado.
A pesar de todo lo
que había pasado durante los últimos meses, Louis sabía que el adiós de Harry
no era para siempre. Había estado esperando diariamente durante la última
semana a que el chico de pelo rizado apareciese en el entrenamiento, con su
habitual torpeza, y la forma de quedarse mirándole a los ojos.
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