miércoles, 24 de julio de 2013

CAPÍTULOS 7 & 8

CAPÍTULO 7.

Louis se había preocupado.
Harry se tumbó en su cama, y por primera vez en once años su último pensamiento no fue su madre, sino Louis. Por primera vez en once años lograba apartar el dolor de la pérdida, para llenar ese hueco vacío de felicidad. Louis había "añorado" su presencia. Louis había notado que faltaba. Louis había notado que existía, y se había preocupado.
Por primera vez se daba cuenta de que había cosas que no se podían esconder. Cosas como que te importe alguien. Cosas como que tu corazón lata desbocado por alguien a quien apenas conoces. Cosas como el amor.
Y es que Harry se daba cuenta de que Louis no era solo el chico de ojos azules que capitaneaba el equipo de fútbol de la Universidad. No. Louis era el chico de quien estaba enamorado.

A pesar de que la mañana no era soleada, Harry se sentía feliz. Tras darse una ducha de agua caliente, tras una larga  y apacible noche de sueño, se vistió con unos pantalones de chándal azul oscuro y una camiseta blanca ajustada de manga larga. Se puso unos deportes, y salió después de secarse el pelo, y tomar un trago del café recién hecho.

Todo el equipo se hallaba ya en el campo de juego. Incluso el capitán, el cual siempre solía esperar hasta una media hora después. Harry ocupó un sitio en el banquillo y se dedicó a observar el juego. Decidió no prestar atención a su pulso acelerado debido a Louis, a su forma de moverse, de jugar con el balón...
El entrenador se acercó, posando una mano sobre el hombro del chico.
—¿Estás mejor, Harry?
Este se encogió de hombros mirándole. Ese día hacia once años desde la muerte de su madre; algo que solo el doctor Tomlinson, su familia y él sabían.
—Algo cansado. Pero mejor. Sí.
El entrenador asintió, pasando la mano por el pelo de Harry y alejándose para tocar el silbato y atraer la atención de los jugadores.
Todos se acercaron a él, menos Louis que fue directo al banquillo.
—¿Qué tal, compañero?
Harry posó su mirada en los ojos azules de Louis.
Este le dedicó una sonrisa ladeada, y sin recibir respuesta, se fue hasta el grupo, a la vez que daba un trago a su botella de agua.
—Bien, ahora que te veo—susurró Harry cuando vio que nadie más podía escucharlo.

Todo se quedó en silencio una vez que desaparecieron todos en los vestuarios. Ahora tenía el campo solo para él.
El cielo se había cubierto más, y nubes aún más oscuras teñían el cielo de Septiembre.
Tras las dos primeras horas, fue a la cafetería, al lugar de siempre, donde todos sus compañeros, y amigos, les esperaban. Anna estaba en la barra, y lo saludó de lejos, sonriendo.
Harry ocupó asiento junto a Niall, y esperó a que los demás llegasen para comenzar a comer.

Alguien le tapaba los ojos a Louis.
—¿Quién soy?
Una chica de altura media, ojos oscuros, de pelo corto, a la altura de los hombros, y negro, sonreía, esperando a que el chico de ojos azules respondiese.
Harry sintió celos.
—La persona más tonta del mundo...—Louis lo dijo suspirando, riendo más tarde cuando esta le plantó un beso en la mejilla izquierda.
—Te he echado de menos, hermanito. Veo que te has hecho amigos. Así me gusta. — La chica en cuestión, su hermana, se llamaba Alice. Era unos años menor que él, y al parecer, algo más simpática.
Alice se presentó a todos, y luego se alejó remarcando la idea de tener una charla con nosotros sobre la antipatía de su hermano. Este negaba mientras ella hablaba, aunque lucía una sonrisa traviesa y divertida.

Una hora más tarde se encontraba en la clase, sin saber que sería la peor hora de su vida.
Uno de sus compañeros, Marcos, le había recriminado el mal uso de un ordenador. Niall había salido en su defensa, al igual que Anna, aunque no sirvió de nada.
Harry no sabía cómo hacer para intentar solucionar el problema. Él no había sido. Sin duda, ese chico se lo había cargado, y quería echarle las culpas a otro.
—Está bien, he sido yo—dijo cuando el chico había repetido por vigésima vez <<asume las consecuencias de tus actos, maricón>>. Harry volvió a posar la vista en la pantalla del ordenador que se encontraba utilizando, al menos antes de escuchar el: <<Tu madre no se sentiría orgullosa de ti, Harold. Menos mal que está muerta>>.
No sabía cómo podía haber llegado aquello a sus oídos, pero eso era lo menos importante. En ese mismo instante notaba como sus oídos habían empezado a pitar, y como todo lo que hasta ahora había mantenido bajo una coraza, caía hecho trizas.
Harry sintió como se le inundaban los ojos de lágrimas que logró reprimir hasta haber llegado al campo de fútbol. Llovía, y dio gracias a eso, así no parecería tan patético. Solos los balones fueron testigos de su frustración. Solo los balones pudieron sentir su dolor.
En ese momento se sentía débil, indefenso, vacío... Hacía once años que había perdido a la persona que más había dado por él. La persona que había renunciado a su vida por hacerle feliz. Hacía once años justos que había perdido a su madre, y ese día no se permitía otra cosa que sentirse culpable de su muerte.
Harry dejó derramar un mar de lágrimas, intentando expulsar el dolor. Tapó su cara con ambas manos. Se sentó en el suelo, apoyando la cabeza entre las rodillas, y dejando parte de su espalda apoyada en el banquillo. Dejó que la lluvia mojase su ropa y su pelo.
Entonces sintió como alguien le cubría. Como la lluvia había cesado de un instante para otro. Alguien había parado, por un momento el frío intenso que acechaba su cuerpo.
Louis.
Estaba allí parado, paraguas en mano, y ofreciéndole la otra para levantarse. Harry tenía los ojos hinchados por las lágrimas, y se sintió patético.
—Lo siento...
Louis negó una vez estuvo frente a él, de pie.
—No permitas que nadie te haga llorar más, a no ser que sea de felicidad.
Había alzado su mano para tocarle el pelo, apartándolo de su frente mojada.
Harry lo miró a los ojos y vio sinceridad. Louis le había dicho aquello completamente seguro de lo que había dicho, y no veía nada de ironía, ni sarcasmo, ni burla en sus palabras.
—Te quiero...





CAPÍTULO 8.

Dos meses después.

Desde la estúpida declaración de amor, nada había sido igual. Harry había sido tratado como un completo marginado tanto dentro como fuera del campo de fútbol. Louis pasaba de él, ni si quiera le miraba, y los demás imitaban la postura del capitán. Ahora solo tenía a Niall y a Anna. Ambos se habían comportado como verdaderos amigos.
—Estate tranquilo. Él no ha dicho nada. Estoy segura.—afirmaba su compañera y amiga.
Niall asentía ante tal afirmación.
—Tiene miedo. Pero déjale. No merece la pena.
Esas habían sido las palabras de sus amigos antes de que Harry decidiese dejar de ir a la Universidad por un tiempo.
A su vuelta, todo era como al principio. Insultos e indiferencia. Aún así, era mejor que ser obviado por la gente.

—Entrenador.
El equipo se giró al escuchar la voz del chico de los rizos.
—¡Harry! Es una alegría verte por aquí.
Él asintió serio.
—Venía para decirle que me retiro del equipo. No deseo incomodar a los demás, y no me siento a gusto compartiendo campo y equipación con ninguno de ellos.
Algunos lo abuchearon, otros se rieron, y otros, como Louis, se quedaron callados observando la escena.
—Además...dentro de unas semanas me traslado a España por asuntos familiares.
Y a pesar de todos los insultos, la indiferencia, y el "odio", el corazón de Louis dio un vuelco, y por un instante se quedó vacío. Completamente vacío.
—Bueno, Harry... no puedo convencerte de lo contrario aunque quisiera poder hacerlo... Espero tengas un buen viaje.
Y una vez más, todo el equipo volvió al campo de juego tras la despedida de Harry.
Recorrió el pasillo hasta llegar a los vestuarios, lugar en el que entraría por última vez antes de su marcha.
La sensación de que alguien le observaba hizo que Harry se diese la vuelta. De repente se había encontrado con los ojos azules de Louis, con el cual no se hablaba desde hacía meses.
—¿Te vas a España?
Harry asintió secamente, intentando escapar de la mirada de Louis. Liberando espacio, Harry se fue a ir, pero el agarre de Louis en su camiseta lo detuvo.
—¿Te vas por mí?
Harry lo miró y comenzó a reír sarcástico.
—No te creas tan importante en mi vida. Ese día estaba mal, y deliraba. Aún tenía fiebre y hacía justamente once años desde la muerte de mi madre. Debo decirte que no eres la persona más indicada para venir a hablarme ya que fuiste tú el que decidió que todos los demás dejasen de hacerlo.
Louis lo miraba sorprendido, sin saber actuar.
—Tienes razón. Era un día difícil... pero eso no quita que nos mintieses a todos... Eres...
—¿Gay? Puede ser. Aunque es la primera vez que me pasa. Y resulta que ha tenido que ser la persona más imbécil de este planeta.
—¿Yo?—Louis le dedicó una sonrisa traviesa.
Harry sintió como su cuerpo comenzaba a arder.
—No quiero hablar más contigo, Louis. No somos amigos.
—No quiero ser tu amigo.
—Bien.
Harry comenzó a girarse de nuevo, deshaciéndose del agarre del chico de ojos azules.
—No te vayas... por favor.
Y la petición sonó como un susurro, y fue lo último que supo de Louis antes de irse a España.

Harry recorrió el pasillo de embarque hasta el avión, intentando olvidar las últimas palabras de Louis. No era una orden, no era una simple afirmación... Era una petición. Louis le había pedido que se quedase después del daño que había conseguido causarle en solo unos meses.  No podía olvidar así de rápido al chico que durante el mes de Septiembre y Octubre había hecho que su corazón latiese desbocado, que su boca se secase, y que el día más gris hubiese sido el más claro de todos simplemente por el hecho de tenerle cerca... No podía olvidar tan fácil al chico del que estaba enamorado.


A pesar de todo lo que había pasado durante los últimos meses, Louis sabía que el adiós de Harry no era para siempre. Había estado esperando diariamente durante la última semana a que el chico de pelo rizado apareciese en el entrenamiento, con su habitual torpeza, y la forma de quedarse mirándole a los ojos.



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